¿Ellos y nosotros?

El punto se desbordaEl punto se desborda, de José Antonio López Hidalgo. Premio Internacional Juan Rulfo 2006

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego, la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables (…) Con estas palabras Julio Cortazar nos ofrece su particular punto de vista para narrarnos algo que a priori nos resulta obvio: una escalera; interesante ejercicio que nos puede hacer reflexionar sobre el punto de vista, ¡hay tantos y es tan importante saber mirar a través de ellos¡ A veces no resulta cómodo, como tampoco debe o debió resultar cómodo hablar con alguien que te mira alzado sobre uno de esos pequeños pedestales de goma que los españoles que llegaron a Guinea Ecuatorial llamaban zapatos.

Akié: exclamación capaz de expresar sorpresa, admiración, alegría u otras emociones para las que nuestra lengua no tiene nombre.

José Antonio López Hidalgo (autor de La casa de la palabra ―comentada en este blog―) regresa de nuevo a Guinea Ecuatorial con esta novela, El punto se desborda (Ediciones Idea), ganadora del premio internacional Juan Rulfo 2006. Una novela que nos muestra la maraña inextricable en la que se ha convertido la vida en un país africano: un mundo de ellos y nosotros, de nosotros y de ellos, de negros y de blancos, de blancos y de negros, de independencias y de paternalismos, de ceremonias y rituales, de desorganización, de corrupción, de desconfianza, de prostitución, de proselitismo, de prepotencia, de sumisión, de tantas cosas que se enredan, que se intrincan, que se embrollan, que se confunden y que se las traga esa jungla de enredaderas, de lianas y helechos, de ceibas y orquídeas, de copas altas que apenas dejan traspasar la luz, algún rayo de sol filtrado como una aguja que sombrea los millones de insectos, mosquitos, mariposas, ciempiés, aves tropicales, serpientes, ratas, monos y puerco espines, la jungla africana, la enmarañada jungla africana que todo lo traga, todo lo confunde, todo lo envuelve, todo.

Jején: mosquitos voraces, prácticamente invisibles, que recuerdan al hombre (blanco) ―el paréntesis es mío― que están hechos de carne y hueso.

Si me preguntaran qué es lo que más detesto de la raza humana, probablemente respondería la prepotencia, por eso mi particular cruzada (qué palabra más inoportuna) en este blog con la colonización. La prepotencia de los colonizadores, aquellos que lo primero que recomiendan al recién llegado es que «no dejes que se salgan con la suya», los que entienden el grito como único recurso para luchar contra la apatía indígena; los que generan tipos que se sienten dioses viviendo en África y que no son capaces de regresar a su país porque no se desenvolverían con su mediocridad… Estar al servicio de, sentirse importante, el punto se desborda: «la independencia ha sido una suerte para vosotros ―dice Severiano―, ya no tenéis que cuidar a los pobres negritos, os ahorráis un montón de dinero, y seguimos a vuestro servicio, como en tiempos de la colonia, pero esta vez por cuatro francos».

Boy: criado o criada a pleno rendimiento, un provechoso vestigio colonial

Pero, ¿acaso se puede comportar un blanco de manera justa en pleno subdesarrollo? ―parece que se pregunta el protagonista de la novela―, esa entrega supuestamente altruista que lo convertía en idiota peligroso en los círculos blancos oficiales. O esa entrega supuestamente altruista que lo hacía trasladarse en taxi y, como bien es sabido entre los locales: el blanco que se traslada en taxi no tiene ningún interés, ni para morderle  ni para mearlo, ya que ―dice otro de los personajes― un guineano solo presta atención a un europeo cuando cree que puede sacar algún provecho.

Akong: juego muy popular en África central. Con él se adquiere destreza en el cálculo y también se aprende a prever la ocasión. Los buenos jugadores manejan las cuentas y la estrategia con una rapidez admirable.

Once preguntas a José Antonio López Hidalgo:

José Antonio, ¿sabrías decir cuál es la característica de la raza humana que más detestas?

Creo que la soberbia del hombre que dice que sabe (homo sapiens) frente a la inteligencia de aprender de los errores y corregir.

¿Crees que un blanco puede ser justo en pleno subdesarrollo?

No. El subdesarrollo impone unas condiciones injustas, y en ellas el blanco siempre lleva ventaja, es parte de nuestra cultura, aunque maquillemos ese hecho.

¿El hecho de que una mujer guineana camine con un blanco por una calle de Guinea la convierte automáticamente en mininga? (Mininga: palabra fang que significa mujer y que la colonización convirtió en puta).

Seguramente para la mirada de los otros, en particular los blancos. Hay todavía guineanas que ignoran que esa degradación mental se da en las maneras de verlas de los neocolonialistas. La perversión del lenguaje nos da muchas lecciones.

¿Es realmente África, la vida en las excolonias africanas, un mundo de ellos y nosotros?

La frontera es una realidad, está en la piel y en el modo de pensar al otro. Lo peor es que percibimos la diferencia con las connotaciones más negativas, cuando deberíamos hacerlo con connotaciones positivas. Cualquier forma de justicia humana empieza asumiendo esa idea como propia, es una actitud mental.

¿La asfixiante organización de la vida de un país africano como tan detalladamente retratas es resultado del choque de culturas? ¿Sentías esa asfixia durante tu etapa en Guinea Ecuatorial?

Recuerda que el protagonista se mueve en la red de una organización española, la Corporación, que contiene vicios de blancos; ocurre que en África parece haber cierta impunidad para todo tipo de abusos. “Esto es África”, resume torpezas y despropósitos de blancos. Y sí, sentí esa asfixia, frecuentemente, pero también la he sentido en España.

¿Ha leído “El punto se desborda” algún guineano? ¿Te han trasladado sus impresiones tras la lectura?

Sé que algunos amigos guineanos lo han leído, pero aún no me han dado una impresión crítica. La novela no ha llegado a Guinea, es una obra incómoda en muchos aspectos. Supongo que serán los exiliados y quienes viven y trabajan fuera los que puedan hacerlo.

Creo que otro de los temas de los que hablas en la novela es la culpa, hace unos días Paul Collier –universidad de Oxford y uno de los grandes expertos en el desarrollo- decía en una entrevista en El País que “la culpa desempeña el papel primordial en la actuación de los occidentales en los países pobres”. ¿Qué opinas?

No sé en qué contexto lo dijo, porque la culpa de los occidentales se ha utilizado también como excusa para dar razones a la falta de solidaridad, a la injusticia. No me parece que los países occidentales se sientan muy culpables en sus relaciones con África, y tampoco en el tema de los flujos migratorios y sus consecuencias.

En tu novela “La casa de la palabra”, uno de sus protagonistas dice la siguiente frase: “ ¡blancos!, lo destruyen todo para que nadie les recuerde que son vulnerables”. En “El punto se desborda”, otro de los protagonistas dice “¡blancos!, cuando se mojan salpican a los demás pero se niegan a entregar la toalla” ¿Comparte el autor estas frases que pone en boca de sus protagonistas?

Sí. Y me las aplico. Soy muy consciente de mis privilegios y mezquindades como alguien que está del otro lado, el lado cómodo.

¿Volverías a vivir en Guinea Ecuatorial?

Sin dudarlo. Aunque no mientras haya una dictadura. Es un lugar prodigioso, a pesar de las enfermedades. Pero es probable que se extinga, que se transforme en una imagen distorsionada.

Por supuesto, felicidades por haber ganado el Juan Rulfo, supongo que una satisfacción enorme, a la que hay que añadir el orgullo de haber sido ganador entre más de seiscientas novelas participantes. ¿En tu carrera de escritor que ha supuesto ganar un premio como este?

Pensar que no me he equivocado, porque reescribí esta novela tres veces. También supuso un desahogo: había cuentas por saldar. Hay vanidad, claro, pero procuro eliminarla, no es buena consejera.

¿Recomendarías dos o tres novelas que traten sobre África?

Dos clásicos: Todos se derrumba, de Chinua Achebe, y El bebedor de vino de palma, de Amos Tutuola, que demuestra que el realismo fantástico no surgió en América Latina. Luego hay autores que me interesan mucho: Mia Couto, Coetzee, Soyinka, Ben Okri. . . Y quiero mencionar una novela que representa muy bien lo que es la Guinea continental: Ekomo, de María Nsué.

4 comentarios

  1. Juan Francisco Santana Domíngu
    28/05/2009 14:31:00

    Mi querido amigo Pablo. Muy interesante y, como siempre, atento a tus notas y lecturas, más en un tema tan apasionante, como es el ellos y el nosotros, en donde se dan la mano, tan fuertemente, lo literario, lo antropológico y lo histórico. El etnocentrismo ha sido el gran mal que ha hecho que los pueblos y culturas no crecieran juntos de las manos y sí atropellando y acallando a lo que se consideraba diferente. Los OTROS siguen siendo los grandes desconocidos y con labores como la tuya se nos abren las enriquecedoras puertas que siempre estuvieron, de forma equivocada, cerradas. Un fortísimo abrazo y muchísimas gracias.

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  2. Luis León
    28/05/2009 14:31:00

    Te me has adelantado y lo celebro: acabo de recibir esta novela que me ha mandado este miembro de la ACAE desde Los Sauces, La Palma. Ahora la leeré con más intensidad. Bravo por tus reflejos.

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  3. ! AKIE ! Mi enhorabuena ante todo. Es la única página donde puedo expresar mi casi ya ofensa.
    Pablo he leído mucho sobre Guinea, pero no he llegado a este libro.El único donde buscando la palabra «mininga» para exponer a las personas escritoras de Guinea pero mal informadas a veces, lo que en realidad es una mininga. Llevas toda la razón al aclarar que quienes le atribuyeron el nombre de prostitutas, fué la colonización. Desde los tres años he vivido en el bosque de Rio Muni. La mininga es la bebe que nace niña, al hacerse mayor ya es una mininga, niña, asdolecente o mujer,, pero para nada tiene que ver con una prostituta, ellas estaban exenta de esta palabra eran sus costumbres de vida transparente en el amor. los equivocados somos nosotros en las normas que nos han impuesto la sociedad y que seguimos imponiendo hacia aquellas raices maravillosa de guinea. un saludo mercedes.

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    • efectivamente, los equivocados solemos ser nosotros, cuando miramos bajo nuestro prisma, la cultura del otro. Y también los equivocados son ellos, cuando miran con su prisma, la cultura nuestra. En el fondo se trata de ponerse en el lugar del otro, de tener curiosidad por saber cómo funcionan las cosas en el otro lado. Saludos,

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